La noticia del viernes de que el dictador Teodoro Obiang tiene dinero en un banco fuera de su país que aumentaría en más de un 50% la renta per cápita de Guinea, cuando la gente de allí se está muriendo de hambre, me provoca un pequeño ataque de ansiedad. Por la noche voy con una amiga a un restaurante ruso regentado por un niño de la guerra, alguien que se supone que ha vivido la inmigración y por tanto, será solidario con las personas que vienen aquí.
Al pagar le entregamos a la camarera una tarjeta de crédito y nos susurra y suplica con su delicioso acento eslavo que, por favor, le paguemos al contado ya que a ella sólo le pagan del dinero que hay en la caja. ¿Osea que si una noche no hay clientes te quedas sin cobrar?, le preguntamos. Así es, nos dice ella, compungida. Y nos cuenta, al ver que estábamos receptivas (a mí la borrachera de vodka se me iba bajando por momentos) que el dueño del restaurante, ese dulce viejecito que siempre nos había entrañado con sus historias de cuando fue un niño de la guerra, no le ha querido hacer los papeles para tenerlos en regla. El suelo de la calle cuando atravesamos la puerta del local está húmedo. Ha llovido. Nosotras ahora vamos a tomarnos un mojito en otro sitio. La camarera sonríe mientras recoge la mesa, la vemos a través de la ventana. La admiro porque es fuerte. Admiro a las guineanas y a las iraquíes y a todas las mujeres del mundo y me siento orgullosa por ser yo también una y siento una gran responsabilidad por cuidar su herencia.
Y hoy comida y sobremesa en el Entredos. Una de las asistentes es una bloggera y acabamos inevitablemente charlando sobre bitácoras. Mi amiga María me dice que siempre me enrollo mucho, que la mía no es apta para leer en el trabajo, con los sentidos puestos en si viene la jefa o el jefe, y que además cansa leer algo tan largo en la pantalla. Pienso que tiene razón y me propongo escribir algo críptico, pero está visto que soy incapaz, soy barroca en todo en esta vida. Tendríais que ver las paredes de mi habitación. Están plagadas de posters y América, una amiga, me diagnosticó en cierta ocasión horror vacui. Así que gracias si habéis llegado hasta aquí, saltándoos párrafos o no. Me gustaría ser críptica e interesante pero I am what I am. Besitos para ellas, abrazos para ellos.
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